sábado, 21 de marzo de 2015

Prólogo


   Peeta se ha portado muy bien conmigo éstas últimas semanas. Ya no es el demente joven que salió del Distrito 13 para unirse a la batalla (bueno, esa es la versión oficial). He empezado a continuar con mi vida, o lo que puedo recuperar de mi antigua vida. De vez en cuando intento salir a cazar, si no, estoy con Peeta sentada enfrente de la pradera, sin hablar, disfrutando de la compañía mutua. Normalmente intenta sacar temas de conversación, como lo rapido que desaparecen nuestras cicatrices, o lo bonito que va quedando el 12 tras las reconstrucciones. Cualquier cosa que le impida pensar en el pasado horrible, justo lo contrario de lo que quiero yo, pensar en el horrible pasado que vivimos, me ayuda a mantener la mente serena. Pero se lo debo, debo darle conversación, ya que guarda un lugar en mi cama, por si me despierto con pesadillas, y así calmarme.

   Lleva tando tiempo durmiendo aquí que le tube que vaciar un cajón para que dejase unas mudas y su cuchilla de afeitar. Sae la Grasienta empieza a pensar que Peeta hace otra cosa más aparte de consolarme en mis sueños, pero contradecirle todas sus invenciones me ayudan a salir del globo blanco en el que estoy metida casi todo el día.

   Poco a poco consigo entrar en el nuevo presente que me rodea. Peeta y yo ayudamos a los ciudadanos que regresan del 13 quitando los escombros de los terrenos en los que pretenden hacer huertos o construir edificios. Habeces encontramos algún esqueleto, y Thomas lo va a recoger en su carro para llevarlo al cementerio que construlleron donde antes estaba el Quemador.

   Algunas veces vemos a Haymitch, saliendo de casa para comprar alcohol en una nueva tienda cerca de la estación, La Alcantarilla, la dirigía una señora mayor, de unos 66 años, de pelo rojo con varias mechas, pero muy bien conservada. Según oí, dice que es del Distrito 4, aunque según su conservado cutis cualquiera diría que es del Capitolio.

   Mi madre me vino a visitar una vez, aunque no hablamos mucho, nos consolamos por la muerte de Prim, que siempre me atormentará. Poco después de que se volviese a marchar vuelvo a sentir algún sentimiento por Peeta, aunque no se de que tipo es. Lo aparto a un lado, e ignoro el cosquilleo que siento en la tripa cada vez que me acuesto en la cama junto a él. Esta noche a sido la primera desde la cosecha en la que no tengo pesadillas, hoy he soñado con Peeta.